El 19 de septiembre de 2017
en la Ciudad de México
dos temblores derribaron los sueños,
las alegrías, la estabilidad, la vida...
Algunas viviendas y edificios colapsaron,
la confusión, el miedo, la tristeza,
la sorpresa del momento, el dolor,
sentimientos encontrados en segundos
y una pasión desbordante aviva
en la desesperación: ¡salvar vidas!
y miles de manos surgieron de la nada
para rescatar a sus hermanos
de las garras del inframundo,
de la impotencia y soledad
al quedar atrapados bajo escombros...
La pasión y el amor afloró
en esos momentos
en que la vida pende de los demás,
en que se unen esfuerzos e inteligencia,
en que no importan las propias dolencias,
prioridad es rescatar, es escuchar
una voz, un golpe, una señal
que confirme la existencia
de un ser humano en los escombros.
Gracias a todos los miles de rescatistas
que arriesgaron también sus vidas
por salvar otras vidas.
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