Soneto Cautivo.-
Una vez arrancada
de mis ojos la venda del orgullo,
apenas si percibo algún murmullo
que mucho me perturbe sobando la almohada.
Porque la mente queda bastante cansada
tal vez me entrego yo al sutil arrullo,
como si me cubriera de un capullo
siempre inmune a la espada.
Pues disfrutar de semejante alivio
ya lo creo dios mío, cuánto vale la pena
tanto como ganar la lotería.
Quizás baste tener la virtud del anfibio
si acaso fuese cándida y amena
para poder gozar de toda su armonía.
Luis Pérez.-
|