SONETO.-
Hasta que no nos meten en el ojo
el dedo, no nos damos nunca cuenta
de quien con sus codazos nos revienta
sin que se muestre en cara algún sonrojo.
Quizás yo de reflejos ande flojo
porque habiendo pasado los setenta,
el dinero en el banco no me renta
y deba ya olvidar cualquier antojo.
Por eso abandonando voy marrones
que resolver a diario no me toca
dada la incoherencia de los mismos,
pues reponer no logro ya ilusiones
y masa cerebral me queda poca
para andar remendando silogismos.-
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