Pueblos ancestrales que se niegan a morir
poseedores de secretos curativos
manos prodigiosas de mujeres en telares,
artesanos que asombran al mundo
con productos deslumbrantes,
cocina autóctona exquisita,
hombres que aman el campo,
que siembran y cosechan...
El citadino los sobaja, los maltrata, los humilla,
les ofrece una miseria por su parcela
y convierte las selvas y los bosques
en tierras de asfalto, en centros comerciales,
en ciudades habitacionales.
Al citadino que los cubre de ignominia,
de vergüenza, que les miente sin piedad,
con tal de su propósito alcanzar.
Al citadino que regatea el precio de su mercancía,
o les roba sus producto frente a los medios
sin ninguna restricción;
al citadino que no conoce
ni tiene idea de las penurias que pasan,
no conoce su esfuerzo, su angustia
para alimentar a sus familias.
Al citadino que los soborna con dinero
y por ignorancia, o por hambre,
venden a sus hijas, a sus hijos
para luego ser prostituidos,
o para comerciar con sus órganos,
¡Malditos asesinos!.
Oh hermanos ancestrales,
perdonen a los citadinos
ignoran su cosmovisión,
odian sus usos y costumbres,
los discriminan por su raza, por su lengua,
por su vestimenta...
clasismo, marginación,
injusticia, pobreza extrema...
En homenaje a los pueblos ancestrales del mundo.
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