Camino por tu sendero
por el volcán de tu aliento,
por el fuego de tu cuerpo
y tu voz de jilguero;
por tus lágrimas de cristal,
y tus ojos de zafiro,
por tu mirada enamorada,
y tu sombra de niebla,
por el sendero del tiempo,
por tu corazón y pulmones,
por tus ósculos de ritmo,
de pasión y movimiento.
No me importan tus quebrantos,
tus locuras, tus amantes,
tus bohemias y prostitutas,
ni el caos de tu vida.
Oh Charles..., padeciste mil tormentas
tu obra arrasada en críticas,
en rumores, en envidias.
Las Flores del Mal,
simbólica, censurada,
prohibida por los poemas
que dedicas al inframundo
en el que paseabas tus huesos,
te arrimabas a la muerte,
te asomas al satanismo,
y te embriagas con las drogas.
En Elevación, platicas con el espíritu
y en La Voz, encuentras tu camino
deambulas por símbolos,
por extraños mundos...
Baudelaire, amo tu rebeldía,
enseñas a los jóvenes con tu vida
a no conducirse en los excesos
a no dilapidar sus fortunas,
a no vivir en las drogas, en el placer.
Oh Charles, al leer tu poema El Gato,
arribo con ilusión
a tu ardiente corazón
y con él me cobijo.
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