SONETO
A quien madruga, dicen, Dios le ayuda,
evitándole absurdos trompicones,
quizás no le provea de bombones
y que algún escarmiento le sacuda.
Hoy mal suena decir que se la suda,
si al estar en poder de tantos dones
nos llevara a dormir entre algodones,
sin plantearse igual ninguna duda.
Pudiera ser el dicho improvisado
por algún enterado del sistema
que dejar quiera al pobre sin pellejo,
que yéndose a la cama bien cascado
ningún remordimiento aún le quema
si feliz no llegara aún a viejo.
|