Una tarde, por azares del destino,
la profésión nos colocó frente a frente;
al encuentro llegué solo, me fui contigo;
nos conocimos así, muy repentinamente.
Encuentro cercano que fue y es,
fuiste tú con tus miradas,
lo fui yo con mi saludo muy cortés,
tú y yo, envueltos en una flechada.
Tarde, sí, de trabajo y de prisas,
deber de periodistas por cubrir la nota;
vaya sorpresa al contemplar tu sonrisa,
cascada que brotó y aún no se agota.
Sí, fuiste tú, con tus miradas,
nos conocimos así, muy repentinamente;
tú y yo, envueltos en una flechada,
lo quiso el destino, muy atinadamente.
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