SONETO
INGENUO Y BONACHÓN
Ingenuo y bonachón al fin domado
el hombre dobla a solas cada esquina,
buscando una cintura femenina
por la que igual suspira destronado.
Acostarse se acuesta destrozado,
como quien se tomara mal la quina
y rasgara en pedazos su rutina,
al moverse dormido desolado.
Con suerte unas caricias le consuelan,
si acaso le salpican las migajas
de unos amores tiempo ha, compartidos,
y detrás de otros van que se las pelan
dejándole sufrir sus horas bajas
entre falsos supuestos y cumplidos.
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