ENÉADA
DE LA RISA ME MONDO
De la risa yo me mondo al escuchar tus sandeces
si ni siquiera con rosas, mi amor aún te mereces,
cuando halagos cariñosos, banales lo son con creces.
Pensar bastante me duele, que tan sólo por mis dones
a mi morada te acerques, pisándome los talones
tratando de convencerme con peregrinas razones.
Ojalá quererme puedas sin monsergas algún día,
porque en ese mundo tuyo, repleto de fantasía
cualquier sutil paradoja un milagro ya sería.
|