Nos movemos a merced de ese destino,
sin ignorar por ello que la muerte,
nos espera sin prisa en el camino,
por el cual entraremos obedientes.
Nos movemos a merced de un Dios Fecundo,
que es el único Dueño de nosotros.
El nos da cierto tiempo en este mundo,
y nos brinda la visa para el otro.
Nos movemos a merced de esa esperanza,
de un mañana mejor sin valorar,
todos los bienes, que sin tener alcanzas,
sin detenerte nunca tan siquiera a pensar.
¿Quién eres tú, de donde tú has venido?
¿Quién dio luz a tus ojos, como puedes andar?
Habrás de contestarme, de mi madre he venido.
¿Y a tu madre quién dio, el don de procrear?
Si sabes que tu vida camina hacia la muerte,
si tienen luz tus ojos, y si puedes andar.
Es tan solo el milagro, de un Dios Omnipotente,
¡que es Rey de los ejércitos y Amo y Señor del mar!
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