Era hermosa la mañana
y embalsamado el ambiente,
grato el cantar de las aves,
dulce el rumor de las fuentes.
Sentía mi pecho embargado
de gozo y estaba alegre,
era una fecha querida
que dulces recuerdos tiene.
Hoy hace años en la cuna
había un infante risueño,
en cuya frente irradiaba
la luz que brilla en los cielos;
sonrisa inocente y pura
bañaba sus labios bellos
y su frente convidaba
a darle un ardiente beso,
¡Era tan guapo, tan lindo,
tan hermoso el pequeñuelo!...
La madre que cariñosa
lo contemplaba extasiada
y que en la luz de sus ojos
ponía el encanto de su alma,
al cogerlo de la cuna
en los brazos lo estrechaba
y en su carita de cielo
fijas tenía sus miradas.
El infante fue creciendo
tornose en esbelto niño,
los bucles de sus cabellos
y sus ojos peregrinos
tenían en la edad risueña
tan singuilar atractivo,
que sus padres lo miraban
de gozo y placer enchidos;
llegó a joven y era honesto,
cariñoso y compasivo.
Eras ¡Oh nieto querido!,
de finezas un dechado
y yo te quiero en el alma
y te deseo muchos años...
y si fuiste mi embeleso
en días felices y gratos,
quiero que lo seas ahora
de tu madre y tus hermanos.
Que seas virtuoso y creyente
y como robusto roble,
firme en las creencias benditas
que te dieron tus mayores,
nunca envidies al impío
que vive en perpetua noche
y lleva tu fe grabada
cómo en mármoles y bronces.
Y sé fiel a tu palabra,
y honrado y decente joven,
tu corazón generoso
ampare y proteja al pobre,
y el Señor guarde tu vida
y sean tus años mejores
y al final de la jornada
la herencia del justo goces.
Poesía escrita por la Señora Isabel Sastré de Payró, a su nieto con motivo de su cumpleaños.
San Juan Bautista, Villahermosa,
Agosto 26 de 1914
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