Por la orilla del mar fuese mi Señor
pisando las arenas mojadas por el agua,
agua salobre de aquel mar abierto
a los envites de las olas crecidas por el viento.

En secano se sentó mi Señor mirando el horizonte
perdido entre húmedas nieblas sin contornos;
¡que lejos estaría el hombre que se había ido
navegando solo y en silencio de los sueños.!

Rindiole el sueño de tantas noches oteando lejanías
quemándose los ojos en los blancos rizos de las olas;
Subió crecida la marea y mojados le dejó los pies descalzos,
el agua venia fria y fría muy fría subía la marea.

Mi Señor pensó en quien se había ido tan lejano;
miró al horizonte del frió y del hambre.Todo niebla,
las olas crecianse airadas en la rocas,
los vientos gemían furiosos en las olas.

La tarde anochecía tristona en la ribera
el otoño medraba, mortecino, en la enramada;
y al irse a dormir algo mi Señor, cansado
las olas le trajeron, ya de noche, al hombre ido
agotado, cubierto de deshechos de la playa.

Teresita Vázquez