Se pierde la niñita,
¿blanca o negra?,
dejándome el corazón en luto,
vestido de oscurantismo mis ojos,
liberan una esclava lágrima,
que feliz se alboroza,
huyendo a través de mi mejilla,
soltando un haz de brillo,
que recuerda a mis ojos,
que tras este domingo gris,
sigue un día brillante,
forcejean dolor y felicidad,
en el interior de esa gente sonriente,
aprendo,
a reír mientras lloro,
para que el payaso que habita en mi,
reciba las monedas
que lo alimenten un día mas,
el viento canta en mi oído,
llenando mi olfato de olor a fresco rocío que grita atardecer,
escondo mi alma tras la cortina,
suavizo mi desgano para no cargar mi entorno de fúnebre apatía,
trago la sal de mi lágrima,
anhelando que empuje la presión en mi corazón marchito,
espero,
el ansia socava mi silencio mientras aguardo una carta,
palabras bañadas en sentimientos de amores lejanos,
que hoy deseo gritar a los vientos.
Se aleja la niñita,
con su misal y sus moñitos,
la veo sonreír en el borde del horizonte oscuro,
¿sabrá esa niñita de oscuro misal
que en la negrura del alma ha sumido,
a este simple mortal?
Reza niñita,
que el fluir de tu ternura,
convierta tu oración en un canto de alabanza,
plegaria,
que el Santo no podrá rechazar,
y si puedes,
si deseas,
ruega por mi alma,
lo que resta,
tras este domingo de gris atardecer,
bajo el umbral de mi ventana,
estático he quedado,
sin mis ojos,
que viajan a tu lado a la sombra de tu santidad.
Poco ha quedado en mi recinto,
la luz se apaga en su lejanía,
el ambiente se perfuma de roció,
mientras en hedor,
la muerte de este Domingo florece en la proximidad de otro día.
Ojos perdidos surcan la calle,
su negrura creciente empaña mi nostalgia,
pies lentos,
brazos caídos,
otro alma que se rinde ante el peso de la conciencia,
mientras el polvo de arena se escapa entre los dedos besando las arrugas.
Su corteza perdió el vigor,
la rama que lo acompaña golpea el suelo con ritmo anacrónico,
me regala un silbido y el aliento brumoso del adiós.
Sopeso el tiempo transcurrido,
segundos, horas, años ...
por la gratitud plena de la paz vivida,
el regalo inmerecido de esa hermosa niña,
ojos que esclavo me conducen hasta mi harapienta alma,
donde no recordaba ya el beneplácito de la pureza.
Camino sinuoso y escarpado por el que opte seguir,
que ironía,
haber sido llevado por senderos plagados de espinas,
bordeados por lagos de magma,
bajo el ardor de mi condena.
El ajenjo ha sido el mar del cual he bebido,
y del fruto de la hiel he cubierto mis costillas,
de mis lágrimas con hedor a sangre y odio,
se han alimentado los cuervos de la codicia.
Maestro fui,
desgracias y locura mis cátedras,
en mis ojos el brillo encuentra su muerte,
reflejar dicha y sosiego no merecen,
solo me permito observar desde la ventana,
el ocre atardecer de mi alma tras este día domingo,
valioso,
solo por la existencia de esa niña de moñitos y misal
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