Aguas que irrumpen,
briosas,
en ímpetu cruje la tempestad ante estas vidas derramadas,
abriendo surcos que se desgarran en lágrimas.
Los rostros pedregosos y áridos,
envestidos de arrugas forjadas con navajas,
hablan del sufrimiento,
donde el silbar del odio y del lamento,
se confunde con la respiración ante un soleado día,
donde conviven belleza y rivalidad.
Escondido en este hermoso amanecer,
el viento recorre espacio y tiempo,
cargado de arenas de antiguos pueblos,
que desde aquellos días susurran odio.
Sumergido en profundas aguas,
quedan los dioses de piedra y barro,
solo tierra, la tierra ...
que mana leche y miel,
empañada en rocío de miseria,
que se enciende en el interior del hombre,
la paz solo teoriza en sagrados escritos,
mas la fuerza que motiva,
espaldas solo presta ante lo oído.
Realidad impera, dolor carcome,
moribunda, sin cura, perecen las esperanzas.
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